Mírala desconcertada.
No puede articularse en esta perplejidad.
Se le especifica, hasta lo enorme y relativo,
un torrente de estrías dolorosas, definidas, diáfanas.
Nada que urdir en lo futuro o el sentido.
Insignificante desde siempre y para siempre,
se han vuelto de sollozo y espanto, ira y asombro,
sus vísceras trazadas en la humedad más sutil.
Mírala sin poder dominar el asco.
Náusea de sí, suplicante.
Que alguien le restaure la existencia
fragmentada en tanta culpa virginal.
Un delirio grotesco le ha partido el ser.
Apostó, entera, su única pertenencia.
Agoniza ahora su último alarido
entre las uñas del cargador de su mortaja.
Mira esa llaga de muerte lúcida, que ya no sabe ya de sí.
Es dolor parido y hembra mutilada.
Execración amorosa. Ironía lacerante.
Dónde encontrar el puñal macizo
que traspase al asesino despiadado.
No podrá. No se le concederá.
No extinguirá esta mujer de hielo
a su homicida pétreo
desde la tumba clausurada...
Yace amortajada en su féretro de aversión.
R.I.P.
Valentina, vienes 7 de octubre de 2005
domingo, enero 29
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